Tica afirma que se esconde por temor a aparecer en una celda “suicidada”
Keisy Johann González Corrales es prófuga de la justicia. Se le vincula a una supuesta red de prostitución que opera en México, en su natal Costa Rica y en otros países de Sudamérica. Hace una semana se desató un escándalo internacional cuando varias sexoservidoras, supuestamente secuestradas en una casa de citas que era atendida por Rosa María Casanova May (hoy detenida), denunciaron que autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) estaban coludidas con explotadores sexuales.
Así fue como cayó del cargo el delegado de Migración en Mérida, Yucatán, Hernán Vega Burgos. Por esta razón son investigados varios funcionarios federales. El caso ha llegado al Congreso federal, desde donde los partidos de oposición exigen que comparezca la titular de la dependencia, Cecilia Romero.
Una pieza clave de esta maraña es justamente Keisy Johann, quien lleva una semana desaparecida. Las autoridades yucatecas afirman que no la encuentran, pero EL UNIVERSAL hizo contacto con ella. Primero respondió a mensajes de celular. Después aceptó un breve cuestionario por esa misma vía. Y finalmente contestó dos llamadas. Dejó claro que sólo respondería a ciertos temas. Y eso hizo. Esta es la versión estenográfica. Sólo se editan las partes que estorban a la lectura.
—¿Quién maneja la red de prostitución en Yucatán?
—Lo que sucede, es que la tal red no existe, señor. Yo ya estoy…, ya me cansé de gritarlo, me cansé de decirlo. La tal red no existe. Todo esto empezó como un pleito de viejas de lavadero, ¿me entiende? O sea, en caso de que hubiera una red, serían todas las muchachas que van a trabajar, porque ellas se recomiendan unas con otras a los clientes; o sea, todas las agencias, toda la gente que se anuncia en los periódicos, toda la gente que se anuncia en internet. No existe una red como tal, ¿me explico? Aquí, las muchachas llegan solas a México; no sólo a Mérida: a México y a todos los lugares de la República Mexicana y usted lo sabe. Porque, por ejemplo, yo no sé si en EL UNIVERSAL, pero yo creo que en Reforma de México se anuncian millones de millones de prostitutas. Entonces, la red no existe como tal. Las personas llegan solas, cada quien por su propio pie, a buscar dinero a México de la manera más fácil. Pero la red no existe como tal. Le repito: Esto empezó como un pleito de lavadero y se salió de órbita.
—¿Cómo, un pleito de lavadero?
—Sí, sí, sí. Lo que pasa es que hay una señora que tiene muchísimo de trabajar en la ciudad de Mérida. Ella se llama Gloria Carrera. Muchísimos años. Incluso su hija también trabaja. Ellas tenían una página. Y a la señora ahora le molesta que llegue gente, muchas bonitas y (que) no trabajen para ella. Entonces, ella siempre hace cosas como esto (el escándalo de prostitución en Yucatán). El año pasado hizo lo mismo. Cuando yo rentaba. Porque yo lo que tenía era una casa grande donde yo rentaba cuartos, y yo daba de comer a las muchachas. Pero no solamente a prostitutas: recibía todo tipo de personas. Yo rentaba cuartos. Y entonces a ella no le gustaba, porque como yo trabajé, como yo fui prostituta muchos años, entonces yo sé, o sea, a qué bares pueden llegar a trabajar ellas, a qué tables, por ejemplo. Y así. Entonces yo les decía y a las muchachas le gusta llegar y trabajar cada quien por su cuenta. No les gusta trabajar con una persona, porque ellas vienen a buscar dinero y a la señora eso le molestaba. Entonces, el año pasado me tuve que ir de la ciudad.
—¿Por qué? ¿Por qué ella la denunció?
—No, ella mandó a un agente, a unos agentes (del Instituto Nacional de Migración). Fíjese qué curioso. Le voy a dar a usted un dato muy curioso: Ella mandó el año pasado a unos agentes de Migración. Supuestamente llamaron anónimamente a Migración y llegaron a mi casa, pero las muchachas, curiosamente, ese día se iban. Entonces, pues nunca pasó nada. Sin embargo, trajeron mi nombre en los periódicos como una semana y los periódicos me despedazaron peor que ahorita. Entonces, lo extraño de todo esto es que ahorita me relacionan o me vinculan con una persona que trabaja en Migración, cuando el año pasado el problema mío fue precisamente con Migración. Dígame si no es algo bastante ridículo.
—¿Usted cree que la gente de Migración está metida?
—Mire, yo personalmente le puedo contestar. Yo al señor éste no lo conozco (al delegado del INM en Yucatán, Hernán Vega Burgos). Incluso, los agentes de la vez pasada eran otros, la verdad. Puta, ni sé. Pero al señor éste, personalmente, yo no lo conozco. Yo nunca lo había visto en mi vida. Ahora, no sé si tenga que ver con ella, ahí sí yo no lo sé. Pero yo personalmente no lo conozco.
—¿Por qué la quieren acusar? ¿Usted cree que hay algo más, que sea usted un chivo expiatorio?
—Señor, ¿sabe cuál es el problema? ¿Sabe cuántas veces le he gritado ésto a todo el mundo? Lo he gritado en Costa Rica, lo grité en el periódico Por Esto!, que es súper amarillista, es horrible. O sea, y se lo dije al reportero, que por favor, por qué no investigaban. Mire: yo le voy a explicar algo muy claro: yo el año pasado recibí una amenaza. A mí me dijeron, me dijo la señora, con estas palabras: ¡Mérida es mío!
—¿Estamos hablando de quién?
—De doña Gloria Carrera Domínguez. Ella a mí me dijo: ¡Mérida es mío y aquí trabaja quien yo diga y como yo diga, así (que) te vas, que yo sé dónde vives! Yo trabajé con ella mucho tiempo, ¿me entiende? Yo me tuve que ir de la ciudad ocho meses. Luego regreso, la señora se entera que regreso. Ahora, yo no conozco a la señora donde estaban las muchachas, esa sí no. (Se refiere a las prostitutas que supuestamente fueron secuestradas y que al “liberarse” denunciaron a los funcionarios de Migración). Pero, ¿por qué me mencionan? ¿Por qué me echan la culpa? Por qué, se lo juro por Dios, lo ignoro. Supongo que se dio cuenta que regresé y pensó que iba yo a rentar otra vez y que se le iba a volver a ir el… no sé. Eso es todo. Pero yo creo que ella nunca pensó la magnitud que iba a tomar este asunto. Sin embargo, pues me están echando la culpa de que las cosas se sepan… Usted me pregunta qué autoridades están metidas en esto.
—Exactamente…
—Yo se lo voy a responder. Imagínese que nadie la menciona (a Gloria Carrera Domínguez), absolutamente nadie la menciona. Por ningún lado, ni siquiera se le investiga. Entonces, contéstese usted mismo esa pregunta. ¿Por qué a ella nadie la menciona, señor? A ella nadie la investiga. Yo ni siquiera tengo coche, yo ni siquiera tengo propiedades, yo ni siquiera tengo para pagar un abogado que me defienda. Por eso no hay un abogado que me defienda, porque yo no tengo dinero. Sin embargo, ella tiene coches, propiedades. Tiene todo y siempre dice: “Es que vendo ropa”. Y todo el mundo se lo tiene qué creer. ¿Por qué? ¿Porque es doña Gloria Carrera, o qué? Yo creo que sí.
—Es decir, ¿ella está direccionando el escándalo hacia usted y de alguna manera le ayudan las autoridades?
—No, yo lo que siento es que a ella se le salió de las manos. Yo siento que ella quería... en un principio no era conmigo. Yo siento que era con la señora (Rosa María Casanova May, primera detenida acusada de lenocinio), la que renta cuartos en este momento, la señora que acusaron de secuestro y todo esto. Yo siento que era con ella, que ella (Gloria Carrera) quería pegarle un susto a ella (Rosa María) y como se le salió de las manos, volvió a direccionar las cosas conmigo.
Eso fue lo que yo creo que sucedió, porque yo no le encuentro otra razón. Yo hablé con la hija de ella al día siguiente y le dije: por qué tu mamá hace estas cosas. Le dije: por qué ya no me deja en paz. “Tú sabes cómo es mi mamá”, me dice. “Tú sabes cómo es mi mamá”. Es todo lo que me dice su hija, ¿me entiende? Porque también ella, le digo, tiene mucha cola que les pisen. Hay un hombre que está en la cárcel que se llama Adrián, no se qué apellido. Él está por lenocinio, pero a él lo encontraron con menores de edad y la hija de ella se vio involucrada. A ella la amparó para llevarla a declarar. Y de esto debe de haber un registro. O sea, le estoy hablando cosas verídicas que se pueden comprobar, porque de todo esto, señor, debe de haber un registro.
¿Usted cree que más bien están ocultando una red más fuerte, o no una red: actos que van más allá, que involucran incluso menores de edad?
—La verdad no lo sé. Pero en este caso sí hay. No ponga palabras en mi boca.
—No es la intención. Lo que quiero ...
—Lo que yo le estoy diciendo es que el año pasado, fíjese bien, el año pasado aprehendieron a un hombre de nombre Adrián. Si usted lo busca, a lo mejor en internet, por ahí le aparece acusado de lenocinio o de menores de edad, algo con menores de edad. A él lo acusaron y en su declaración, la niña, la menor de edad, que resultó ser la novia del muchacho, menciona a la hija de doña Gloria.
—¿Cómo se llama?
—Fabiola González Carrera se llama su hija. Él la menciona. Entonces, la señora se asusta mucho y la ampara, y yo creo que la llevó a declarar amparada o nunca declaró incluso esta niña, pero sí la ampararon, por eso le digo...
—¿Fabiola qué edad tendrá?
—Fabiola tendrá como 28 años.
—¿Qué va a hacer enseguida?
—¿Qué voy a hacer enseguida, señor? Seguirme escondiendo. Porque yo quiero que sepa una cosa: Yo no me escondo porque tenga miedo de ir a prisión, la verdad no. Ya me han hecho tanto… ¿Qué puede ser peor que te hayan enlodado hasta el cansancio, que tu familia piense que eres una secuestradora? Ya nada puede ser, ¿me entiende? Pero sí, yo sé… porque ella... que algún día me podían encontrar en una celda colgada, que a lo mejor me suicidé. Y yo no quiero tener una hija huérfana, señor, ¿me entiende? Yo no quiero eso. Entonces, seguir hasta que, a lo mejor, esto algún día se calme.
—¿Y usted cree que va a lograr esconderse tanto tiempo?
—Pues la verdad, no. Pues mire, yo la verdad, señor, toda la vida he sabido, ora sí que, rascarme con mis propias uñas. Entonces, no sé, mientras yo tenga para darle de comer a… o pueda darle de comer a mi hija, pueda trabajar pasa eso, tal vez. No sé cuanto tiempo me voy a poder esconder y a lo mejor ésta sea la última entrevista que estoy diciendo. Porque a mí me da más miedo que me agarren, pero no porque me metan a la cárcel, sino porque me maten.
—Usted tiene información que puede inculpar o no a gente. Pero, es usted una persona que preferirán que no aparezca, ¿no?
—Pues yo creo que sí. Yo en realidad no tengo ninguna información. Yo nada más digo que... no sé ni del señor éste… yo qué se… mire, ahorita que si... No, no, es que yo no entiendo. Yo no sé ni en qué momento pasó todo lo que pasó, yo no sé cómo llegó a esto.
—¿Cómo llegó usted a México?
—Así, exactamente. Una amiga llegó a México y luego se regresó a Costa Rica y nos dijo que había buen trabajo y nos vinimos otras. Y así...
—¿Y con qué documentos? Porque lo dicen la autoridades norteamericanas, lo dice todo mundo, que hay una relación directa de las autoridades de Migración mexicanas en la llegada de chicas a trabajar…
—No, eso no es cierto. Aquí todas entran con visa de turista. Todas entramos por el Distrito Federal como turistas y pasa uno y se ...
—Hoy detuvieron a un jefe de Migración del aeropuerto de la ciudad de México...
—Señor, no me diga eso. Yo, la verdad … Yo no entiendo cómo esto ya llegó a estos niveles. Yo no puedo creerlo, señor, y todo por una vieja loca que no yo no entiendo, yo no entiendo.
—¿Usted tiene familia?
—Sí señor, yo tengo tres hijos.
—¿Cómo se llaman sus hijos?
—No, mejor no se lo voy a decir, señor.
—¿Tiene padre y madre…?
—Así es.
—¿Y ellos? ¿Ha hablado con ellos?
—No.
—¿Con sus hijos?
—No.
—¿Y con quiénes ha tenido contacto en este tiempo, a parte de, pues, con algunos medios?
—Con nadie más.
—¿Y está usted en Mérida?
—No señor. Pero ni que estuviera loca.
—Pero en México sí está…
—Tampoco se lo puedo responder. Si estuviera en otras circunstancias yo se lo contestaría con mucho gusto, pero como han llegado las cosas, ya no sé, señor. Ya tengo mucho miedo. Yo ya no sé nada.
—¿Y cómo está viviendo?
—Oooh!, señor. Si usted supiera que yo tenía mis ahorritos. Porque yo iba para Costa Rica, tengo como 10 años de no ir, yo creo. Iba para Costa Rica, ahora en agosto.
—¿Con eso está viviendo?
—Sí. Así tenga que comer huevo y arroz todos los días. Así lo voy a hacer hasta que pueda.
—¿Qué come? ¿Cuál es su rutina?
—¿Qué como? En la mañana comemos sandwiches de jamón y queso y en la noche. Al mediodía comemos arroz y huevo y lo que se puede. La carne está demasiado cara y no podemos.
—¿Y usted sale de donde está escondida, usa peluca, trae lentes?
—No, eso no se lo puedo contestar.
—¿Usted tiene conocimiento de autoridades mexicanas metidas en esto?
—No, la verdad no.
—O no me quiere decir…
—No, la verdad no lo sé. Sería mentirle si yo le dijera otra cosa.
—¿Cómo funcionaban las agencias?
—Pues como funcionan todas las agencias: Se anuncian en el periódico, alguien llama, pide un servicio y las muchachas van, eso es todo.
—¿Cuánto gana una chica?
—De 2 mil a 3 mil pesos diarios.
—¿Y cuánto se queda alguien que maneja chicas, con cuánto dinero, de qué tamaño es este negocio?
—La verdad, depende de la agencia. No lo sé. Hay agencias que te quitan la mitad. Hay agencias que te quitan menos, depende… (Se corta la llamada). México, D.F. Redacción (El Universal)
jueves, 18 de junio de 2009
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